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domingo, 19 de diciembre de 2010

MON LIVRE.

  Son las once de la noche. La ciudad no hace ruido. Todo está en calma. Todo meno mi corazón. Bombardea rápidamente, una gota de sudor cae por mi frente acariciándola con suavidad, pero a la vez me pone nerviosa. El cuerpo, y especialmente las manos, me tiemblan violentamente al compás de mis impulsos nerviosos. Mis ojos, enrojecidos y llorosos, no apartan un solo instante la mirada de la pantalla. Pulso el botón repetidas veces sobre la palabra “bandeja de entrada”, como una o dos por segundo. Mi cabeza da mil vueltas al mundo en cada instante, mareándome. Pero no puedo cerrar los ojos, ni levantarme de la silla. No puedo. Ni debo. Mis uñas se han enfadado conmigo. Apenas llegan a la mitad de lo que deberían medir. Pero la situación, desde mi punto de vista, es extrema, y morderme las uñas es un acto casi involuntario. Pasan los segundos, pasan los minutos, creo que incluso  pasan horas… pero no soy consciente del tiempo que llevo sentada frente al ordenador. Ni me importa. Hasta que no vea un mensaje en la bandeja de entrada de esa persona, no podré levantarme. Y sigo presionando el ratón, una, dos, tres veces… Y de repente me pongo a pensar. ¿Por qué esperar un e-mail? ¿Y si me presentara en su  casa? No, una idea un tanto descabellada… probablemente ella estuviera en su casa… Pero, ¿qué más daba ya? Llevaba no sé cuantas horas frente a un ordenador, en estado casi vegetal de no ser por mis violentas sacudidas corporales.

  Se acabó. Me levanto lentamente, apago el ordenador, cojo su chaqueta que previamente él me había prestado, me subo en la moto y voy directa a la boca del lobo. Ya nada importaba en mi vida, nada más aparte del amor. Era casi un suicidio, sí, pero era o ahora o nunca. Tal vez al fin se decidiera a mostrar sus sentimientos por mí abiertamente… o tal vez me cerrara la puerta en las narices. Todo podía ser.

 De repente me vi desde fuera. Parecía ridícula. En moto a casa de… él. Cualquiera diría que estaba loca. Y lo estaba. Pero de amor. Estaba cegada completamente de amor. Y pensar cómo empezó todo hace un año…



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