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sábado, 29 de enero de 2011

:$

Y de repente me di cuenta de que me estaba enamorando. Tal vez en realidad me había metido ese pensamiento en la cabeza yo misma, haciendo planes de futuro inconscientemente, pero me gustaba, en mayor o menor cantidad me gustaba. Y en estos momentos no sé qué hacer. Lo quiero para mí. Pero él no me quiere. Seguro.

domingo, 16 de enero de 2011

Chao.

 Despedíos a la cara, una última oportunidad. No os hagáis eso, una última oportunidad. No me hagáis esto, una útima oportunidad. Volved a lo de siempre, una última orportunidad. DADNOS A TODOS UNA ÚLTIMA OPORTUNIDAD.

jueves, 13 de enero de 2011

Morid todos :3

DUELE
Había ido a enamorarse de la persona equivocada. Qué cosa tan típica, ¿no? Enamorarse de quien no se debe… A lo largo de la historia muchas, muchísimas veces se han visto situaciones así. Qué se yo… Romeo y Julieta, por ejemplo. Los pobres se querían, pero claro, las familias no podían tolerar semejante romance, no. Tenían que prohibirlo hasta que la muerte los uniera para siempre.
Esta vez no era la familia lo que los separaba… era la cárcel. Triste, ¿verdad? A él le dejaban un fin de semana al mes… pero eso no era suficiente para ellos. Necesitaban más amor. Querían más amor. Pero la ley es la ley. Era una barrera demasiado fuerte e inexorable. Demasiado inalcanzable.
Ella, joven, vivaz, con dinero, pero sin el suficiente amor para vivir. A sus 25 años el único hombre que la ama se halla en la cárcel, preso por quién sabe qué. Sin hijos, con una familia que no la oprime demasiado. Sería una vida perfecta, pero no lo es. No sin él. Tras juicios interminables, ha conseguido que lo dejen salir un fin de semana al mes. Pero sigue sin ser suficiente. En un fin de semana, ¿qué pueden hacer? Cenar una noche, la otra ya tiene que pasarla en la cárcel, comer dos días, amarse… eternamente, sí, pero sigue sin ser suficiente. Hacer el amor… pues… unas cuantas veces. Pero no las que ellos querrían. Nada les basta. Están demasiado enamorados.
Se conocieron hace tiempo, cuando a él le habían concedido uno de sus entonces escasos permisos. Tan sólo un día para respirar libertad, pero tampoco demasiada. Lo vigilaban. De cerca. Pero eso no impidió que conociera a Elena. Una joven abogada que aquel día no estaba trabajando. Una de esas casualidades que agradecemos a Dios eternamente.
Coinciden en un bar, un día caluroso de verano. Elena leía el periódico tranquilamente. Él, emocionado por volver a un bar después de tanto tiempo. Y Cupido, preparado para lanzar otra vez sus flechas.
Elena está bebiendo un café helado, con nata por encima. Le deja un bigotillo gracioso, que procura limpiarse cuanto antes.
Carlos, así se llama él, se pide una cerveza bien fría. Oh, sí. Nota como le baja por la garganta… Fresca, deliciosa cerveza. Espumosa cerveza. Camina tranquilo hacia una mesa al lado de la ventana. Dirige su mirada a la joven que se está tomando un café. Es bellísima. Es sensual. Es muy sexi. Y no está casada (piensa basándose en el hecho de que no lleva anillo.).
Se pierde en estos pensamientos, y tropieza sin querer.
-¡Maldita sea! –Grita Elena enfurecida. Se ha empapado la camiseta entera.
-Mierda. Lo siento. –Dice Carlos dejando el vaso de cerveza encima de la mesa, haciendo ademán de ayudar a limpiarse la camiseta.
-Eh, eh, no toques, aléjate. Ya me limpio yo solita.
-Sólo pretendía ser amable, so estúpida. –Dice Carlos enfureciéndose.
Se miran por un momento. Los ojos oscuros de Carlos, los ojos claros de Elena, y Cupido, travieso, lanzando la flecha.
-Discúlpame. Me llamo Carlos. –Dice él intentando ser amable.
-Bueno, un error lo comete cualquiera. Yo soy Elena.
Se dan dos besos, y, como viejos amigos, se sientan a tomarse algo en la misma mesa. Carlos no puede dejar de fijarse en que la camiseta de ella está mojada, y se ajusta a su cuerpo, resaltando sus pechos. Hacía mucho tiempo que no veía tan de cerca a una mujer que no llevara el uniforme de las guardias de la cárcel. Y no son precisamente una belleza. Pasan una hora entera hablando, sin importarles nada más que aquella infinita conversación.
Carlos piensa que qué mejor manera de pasar su único día libre que con una mujer tan preciosa.
-Vaya, son las dos. ¿Comemos? –Propone ella.
-No tengo dinero. –Dice él azorado.
Y van a comer, y después a tomarse otro café, y después… a casa de Elena. Otra cerveza, otra copa de vino… una mirada, una caricia, otra caricia más… un beso en el cuello, dos en los labios, y un amor que ni siquiera sabían de su existencia salió a flor de piel. La ropa va disminuyendo, la pasión en aumento, todo es muy desenfrenado… una danza de cuerpos que se mueven al compás del amor que sienten…
-Mierda, las 10. Me tengo que ir ya. –Dice Carlos de repente, levantándose de la cama. Debería estar ya en la cárcel.
Le explica la situación rápidamente a Elena, lo más rápido posible. Elena está sorprendida, pero entiende y lo deja marchar. Carlos sale por la puerta. Carlos sale por la puerta enamorado de Elena.
Pasan los meses. Elena, con todo un séquito de abogados, de los mejores, hace todo lo posible por sacar a Carlos de la cárcel, y consigue un fin de semana al mes, más de lo que cualquiera podía esperar.
-Has hecho por mí más que nadie en este mundo, Elena, pero no quiero que sigas sacrificándote más por mí, sólo estás sufriendo por un preso como yo.
-¿Crees que a estas alturas me importa lo más mínimo que seas preso? Por Dios, Carlos. Sólo quiero tenerte para mí las 24 horas del día. –Dice abrazándolo.
Carlos aspira el perfume de su pelo. Nada en el mundo huele tan bien como su pelo. Se promete a sí mismo pasar el resto de sus días (libres) junto a aquella mujer.
Todo pasa demasiado rápido en esta historia, excepto la infinita espera de que llegue ese fin de semana en el que pueden verse. No son una pareja normal, y lo saben. Y les cuesta mucho trabajo disimularlo. Pero se quieren, de eso no cabe duda.
Elena va a visitarlo en cuanto a él lo dejan. Está descuidando su vida laboral, pero a ella no parece importarle demasiado. Todo pasa demasiado rápido.
Carlos está intrigado. Está tumbado, en su cama, en la cárcel. Desde que está con Elena, se le hace más insoportable que nunca estar allí encerrado. Pero no hay nada que hacer. Ha pensado muchas, muchísimas veces en fugarse, pero no quiere implicar a Elena, pero, si no va con ella, ¿con quién iría? Eran demasiados pensamientos en la cabeza. Pero está claro que no puede seguir encerrado allí, sin poder quedarse con Elena, sin poder ayudarla en lo que necesite.
Noche mágica, perfecta, noche de amor. Noche de Carlos y Elena. Carlos contempla el cuerpo desnudo de Elena bajo las estrellas. Es más preciosa aún, si cabe. Y teme que algún día la cosa se tuerza.
-Mañana hacemos un año. –comenta Elena, entretenida en acariciar el torso de Carlos. Es moreno, con musculatura, con tatuajes por la espalda. Es perfecto.
-Lo sé. Tengo una sorpresa preparada. –Dice él mirándola con picardía.
-¿Ah, sí? Dime qué es, por favor. –Suplica ella.
Carlos niega con la cabeza. Le encanta ver a Elena comportarse así.
-Ya lo verás mañana.
Y llega mañana. Carlos le lleva un delicioso desayuno a la cama. Quiere tratar de hacerla olvidar tan sólo por un día que él deberá volver a la cárcel a las 10.
-Buenos días, princesa.
Elena se despierta. Muffins, galletas, bizcochos, chocolate, café… Es un sueño. Del que le gustaría no despertar jamás.
-Venga, a comer, que después tienes que venir a ver la “sorpresa”.
Entre los dos acaban con el desayuno en un visto y no visto. Se visten. Todo va perfecto.
Carlos la lleva a casa de unos amigos, donde los esperan todos y cada uno de los amigos de Elena. Van en coche. Elena conduce.
-Vamos a casa de Diego. He quedado con él y su mujer para comer.
Elena piensa que es un plan poco romántico, pero obedece.
Gira a la derecha, acelera, gira a la izquierda, mete segunda… Un coche se cruza en su carril. El golpe es inevitable.
El capó del coche de Elena sale disparado por los aires. Los airbags saltan. Elena va sin cinturón. Se golpea en la cabeza. Carlos sufre un golpe menor, se ha puesto el cinturón. Pronto el lugar del accidente se llena de gente. Carlos está bien, molestias en el cuello y algunos rasguños, pero bien. Elena, por su parte, está mal. Horriblemente mal. No está consciente. Se ha golpeado fuertemente la cabeza. La lleva ensangrentada. Tiene muy mal aspecto.
-¡¡¡ELENA!!! –El grito de Carlos rompe la barrera del sonido. Se desgarra la garganta. No puede ser lo que está pasando. Es imposible.
La llevan al hospital en ambulancia, con la alarma puesta, a tope de velocidad. Tienen que operar de urgencia. Un cristal ha atravesado el estómago de ella. Una flecha, esta vez no de Cupido, si no de dolor, ha atravesado el corazón de Carlos.
Pasan las horas, Elena sigue en quirófano. Carlos sigue desesperado. Son las diez y media. Y no ha vuelto a la cárcel. Todo se nubla en su vida. La única razón que había encontrado para poder sobrellevar el asunto de la cárcel se moría, lenta y dolorosamente. La cárcel ya no importa. Sólo importa Elena.
-¿Familiares de Elena Torres?
-Yo. –Se apresura a decir Carlos.
-Está en estado crítico. Han de pasar unas horas para saber si se recuperará del traumatismo craneoencefálico. Necesito que hable con la policía, para saber qué ha ocurrido exactamente.
-¿Qué? Esto… no ha ocurrido nada. El otro desgraciado se ha saltado un stop, y se nos ha llevado para adelante. –Dice, poniéndose nervioso.
-Bueno, hable con la policía. –Insiste la enfermera.
Carlos sale corriendo del hospital. Huye a casa de Elena. Se encierra en ella. No quiere volver a la cárcel.
Es muy amargo ver cómo una persona sufre, pero más amargo es ser tú el que sufre. Carlos llora, desconsolado. Elena no ha superado el accidente. Ve cómo la están enterrando. Ve cómo su única familia se hunde en la tierra para siempre. Duele mucho.
-Adiós, Elena. –Se despide ella.
Con mucho dolor, nota como el corazón se paraliza lentamente, el ventrículo, la aurícula… dejan de abrirse y cerrarse. Su corazón para de latir para siempre. Carlos piensa que al menos estará con Elena para siempre. Sin cárceles que los separen. Se despide del mundo antes de su última bocanada de aire.
Duele cada latido de tu corazón si no es con esa persona que amas.

Nadie lo va a leer, pero bueno... al menos lo intenté.

domingo, 9 de enero de 2011

Rules.

EL DUELO

GUERRA

“Dícese del gran acontecimiento social en el que dos o más naciones debaten sus opiniones imponiéndose la fuerza a la razón. Dícese también de juego lucrativo que practican los reyes para su entretenimiento.”
           
La Reconquista de España, llevada a cabo por una nación arrastrada por su deseo de libertad, frente a las tropas francesas, continuaba su largo y tortuoso recorrido.



BATALLA

“Partes que componen una guerra. Llevada a cabo en el seno de la naturaleza, dos grandes grupos de personas aplican su capacidad para convencer a su respectivo rival, sin perder su disposición a dar la vida para que el rey gane su juego.”

En la extensa llanura de un lugar que no merece la pena mencionar, reposaban los restos carnales de numerosos entes; anteriormente soldados y anterior a esto, humanos, como resultado de haberse librado una gran batalla, que ya estaba por terminar.


DUELO

“Dícese de conversación activa de dos personas que, siendo el instrumento de juego de los reyes, ejecutan las órdenes recibidas por éstos y llevan a término su mandato, desoyendo los estatutos de su propio espíritu. Aquí es donde se pone de manifiesto la superioridad de la especie humana con respecto a los demás componentes del reino animal, siendo el único ser capaz de quitar la vida a otro sin que su existencia dependa de ello.”

Un águila real reflejaba, con su sombra, el majestuoso vuelo realizado por encima del campo de batalla.

En el lado de los españoles tan sólo había en pie un soldado, llamémosle Luis Hidalgo, despachando al penúltimo guerrero francés que conservaba la erguidez.

Y en el lado del otro ejército, una sola luchadora, llamémosla Victoire Assante, derrotaba al último español vivo.

Dos soldados cayeron, uno de cada bando, y los últimos guerreros de la batalla se miraron directamente a los ojos.

El caballero Hidalgo, que fuera espadero mayor de su majestad, hendió su espada en el suelo. Observó detenidamente a la mujer cuya vida deseaba arduamente arrebatar en esos momentos: una joven francesa con el rostro marcado por innumerables cicatrices, huellas de antiguos duelos, que transformaban su rostro en furia.
Madame Assante alzó la cabeza para examinar a su futuro oponente: un joven español que no podía ocultar su agitada respiración y que miraba a sus enemigos con ojos como el fuego, muestra de su incontrolable pulso.


ESPADA

“Instrumento utilizado en el duelo. Se usa para sustituir a la razón, consiguiendo así un mayor ahorro de tiempo.”

La mujer apoyó el filo de su espada contra su frente para más tarde describir una onda descendente. Su inexpresivo rostro, carente de cualquier indicio de terror, reflejaba su rudeza, pero al mismo tiempo, su valentía.

“OYEME ESPAÑOL,
MÁS TE VALE CORRER,
LA BATALLA ES MI PASIÓN
Y MI REY HA DE VENCER”

El hombre caminó unos pasos, sorteando la multitud de cadáveres que habían sucumbido bajo su espada. Mostraba en sus andares los pasos firmes y rectos, fruto de una vida dedicada a la milicia, y hacíanse ver en él, un sujeto, algo zafio, pero igualmente valiente.

“NO ME ASUSTAS, COMO VES,
PUES MI ESPÍRITU ES UFANO,
MAS NO PODRÁ TU ACERO FRANCÉS
DERROTAR AL TOLEDANO”

Frente a frente se encontraron y entrecruzaron las espadas desenvainadas. Y una vez hecho esto, comenzó el duelo, éste arbitrado bajo una sola mirada: la mirada del águila.

Chisporroteó el acero de las espadas. Media vuelta. Una completa. Un ataque. Dos retrocesos. Ambos eran maestros. Furia. Odio. Valor. En verdad, cuando dos personas poseen fogosos deseos de acabar el uno con el otro, es difícil frenarles.

En un determinado momento, ocurrió que la saeta de Luis Hidalgo se enganchó con el colgante que descansaba en el cuello de Victoire, y terminó rompiendo el cordón que lo sujetaba. Cayó a los pies del español. El sol brillaba con tal intensidad que iluminaba con sus rayos todas las tierras delimitadas por el horizonte. El destello del colgante le cegó, así que cubriéndose con la mano que tenía libre, se agachó y lo recogió.

Esto sorprendió al águila, la cual se negaba a perder sus esperanzas de amnistiar a la humanidad por los crímenes que cometía contra sí misma y contra las demás especies, así que descendió para posarse en un árbol, y presenciar así el duelo.

Victoire también se sorprendió, y miró al español, descansando la punta de su espada en el suelo.

Luis Hidalgo contempló el colgante un rato. Consistía en la réplica de algún navío militar y tenía una inscripción con el nombre de Gerald Assante.

Él también bajó su espada.

Los dos se miraron fijamente a los ojos y, esbozando una sonrisa, el soldado depositó la joya en las manos de Victoire.

“TE DOY LAS GRACIAS, CABALLERO,
AUNQUE ERES MI ENEMIGO
Y TE ODIO CON AMARGURA,
PUES NO SABES CON CUANTA LOCURA
LO LLEVÓ MI PADRE CONSIGO
HASTA QUE CAYÓ MUERTO... PRISIONERO”

El español, por un instante, se adentró en el espíritu de ella y comprendió el odio que debía tener hacia los de su raza, que mataron a su padre. Y comprendió también el deseo de la joven francesa, que le era imposible de ocultar, de venganza.

El águila observó.

El guerrero dejó de pensar. Sí, dejó de pensar. Y haciendo el saludo militar con la espada, cargó de nuevo. Los dos aceros volvieron a echar chispas.

Esto enfureció tanto al águila que, en un vuelo raudo, pasó entre los dos, como una ráfaga de viento, y les hizo retroceder.

Entonces ocurrió que Victoire tropezó con uno de los españoles yacientes y cayó. Pero no estaba muerto. Amarrándola por el cuello hizo ademán de clavarle su daga.

Oh, si. El águila realizó un buen trabajo. Luis Hidalgo, impulsado por su corazón, lanzó sin reflexionar su espada, para que pudiera la francesa acabar con su enemigo.

Después de hacerlo, el español se acercó al soldado muerto y le arrebató el odre.

Y echó un buen trago de vino para ofrecérselo después a ella.
           
“APÚRALO BIEN, MUJER,
Y TEN BUENA CATA,
QUE QUIEN ESCRIBIÓ QUE EL VINO MATA
HIZO NACER EN MÍ
UN GRAN FRENESÍ
Y DEJE... DE LEER”

Lo bebió de un trago tras agradecer... el vino, y sólo el vino. Al ponerse en pie, los dos se miraron, sin apartar la mirada, durante unos minutos. Era como si ahondaran cada uno en el alma del otro. El odio desapareció, y nació su reverso, el amor. Y el águila lo sintió, pues, en verdad, son muy perceptivas para este tipo de cosas.

Los dos hicieron ademán de levantar las espadas, y también de envainarlas, y esto ocurrió varias veces.

No pudiendo soportarlo más, fue él quien habló.
           
“MI ESPADA NO PUEDO GUARDAR,
ES MI DEBER DE SOLDADO
Y ÓRDENES DEBO ACATAR,
PERO MÁTAME, PUES TE AMO”

Victoire se acercó a él, y con la mano acarició la mejilla del español.
           
“CON MUCHO GUSTO LO HARIA, LO JURO,
YO TAMBIÉN SOY SOLDADO.
PERO EL ÁGUILA ME LANZO UN CONJURO,
E IGUALMENTE TE AMO”

Se besaron apasionadamente. Pero no guardaron las espadas...


ORDEN

“Dícese de mandato que, por absurdo u obstinado, jamás debe ser cuestionado, ni siquiera a través del corazón. Muy practicado en la guerra y puesto de moda por los reyes, para ganar su juego.”

Cuando llegó el momento, Luis Hidalgo alzó el arma diciendo:
           
“TE AMO”
           
En el mismo instante y a la misma vez, lo hizo Victoire, diciendo:
           
“TE AMO”


Y se insertaron las espadas, acertándose en el corazón.

El águila se marcho. Y aparecieron los buitres.
           

                                   

sábado, 8 de enero de 2011

Dame.

Dame un suspiro tuyo,
dueño de mis deseos.
Dame un aliento tuyo,
es todo lo que anhelo.

Dame una sonrisa tuya,
que haga olvidarme de todo eso.
Dame la vida mía,
con un sólo beso.

Ñ_Ñ

Otra vez a empezar... pero bueno :$
Quiero un MUFI!!
Neeeegra...!

jueves, 6 de enero de 2011

Carta a mi corazón

Te agradezco que me des la vida. Te lo agradezco de veras. Te agradezco que, sin yo tener que hacer nada, me mantengas en el tiempo, me hagas perdurar. Pero, ahora quiero pedirte un favor, órgano querido. Deja de latir. Si es para latir por esa persona, si va a dolerme tanto cada latido, para. STOP. Duele seguir viva sin esa persona.

martes, 4 de enero de 2011

Adiós amargo.

 
Hoy te vas, despedida amarga. Después de tres meses aguantando, te vas, por una chorrada. No sé si volverás, pero iré a verte siempre que pueda. Porque tú, pequeña cosa, eres en estos momentos de lo que más me preocupo. Toda tuya, Lucía.

lunes, 3 de enero de 2011

Deléitense ustedes.

Se giró por última vez para contemplar su rostro antes de morir. Fue hermoso. Sus ojos azules se cruzaron con los verdes. Amor, felicidad y mucha magia. Ninguno de los dos olvidaría ese momento. Jamás. 
-Te amo. -Dijo. Apenas unos segundos después, el corazón se le paralizaba lenta y dolorosamente para siempre. Aquel corazón jamás volvería a latir por su amor.